domingo, 10 de agosto de 2014

LA LENGUA DESNUDA - Aquel abril de Mick Jagger

Aquel abril de Mick Jagger


Juan José Prieto Lárez

Aún era perceptible una tensa calma en toda Venezuela. Los acontecimientos del once de abril y los siguientes, sumieron a Venezuela en una suerte de estrés postraumático, vivir cómo estuvo tan cerca el desvanecimiento de Venezuela, y la desgarradura al orden democrático en pleno siglo XXI no debía llevar otra etiqueta que de inconcebible. Permitiendo algún margen de error en el gobierno que apenas configuraba el articulado de una nueva Constitución tras aprobación plena como la luna llena por el pueblo, no podía menos que considerarse de inaceptable y aberrante la imposición de un brevísimo tirano como lo fue Carmona Estanca.

Bajo esta atmósfera de borrones y cuentas nuevas, la patria se debatía en hacerse adulta o seguir sumisa a una oposición descarnada y dispuesta a continuar su rapaz intento por destronar al presidente Chávez de su mandato, otorgado por la gran mayoría de los venezolanos. Lo sucedido en Caracas dejaba ecos insoslayables en el interior de la República, que se traducía en una angustiosa espera. Margarita no escapaba de esa febril situación de incertidumbre, los acosos no cesaban y la tergiversación mediática por parte de los medios de comunicación privados no dejaba una brecha de equidad informativa disponible a la tranquilidad del común ciudadano.

En La Asunción, a pocos días después del golpe, por un día, cambió la temática impuesta por los sucesos de aquel once que jamás debió ocurrir. Lo sucedido era inusual, o por lo menos inesperado. Como reguero de pólvora se corrió la voz de que el líder de los Rolling Stones, Mick Jagger estuvo caminando por el bulevard 5 de Julio.  Los comentarios dieron un vuelco total a los aciagos días del golpe. Todos lo vieron, pero nadie sabía quién era aquel tipo en bermudas, chancletas de goma, franela a rayas y sombrero de fieltro roído por el sol y polvo de todo el mundo.

Llevaba lentes de sol y con manos en los bolsillos pasó inadvertido por el pasillo de mármol como toda una estrella del espectáculo. Con esa pinta tan playera y usual por los visitantes era improbable que alguien pudiera darse cuenta que el roquero activo más antiguo del planeta estuviera en las calles de esta ciudad tan apacible y lejos de la estridencia artística, con demasiado silencio para un concierto a pleno día.

Lo poco que dejó de su fugaz visita fue una parada en la esquina de La Piñata, el festejo ubicado al frente del Palacio Legislativo, donde bebió en dos sorbos una lata de cerveza.  El testimonio más fidedigno que pude recoger de esa visitación fue el de Ramón “Tulo” Gónzález, quien en ese momento estelar entró a comprar un refresco sin sospechar que el vecino, más corto de estatura, era el mismísimo Jagger, el que siente simpatía por el diablo, según la canción del grupo trotamundos. Alguien lo alertó del colosal personaje contiguo. Cuenta Ramón que en medio de la atónita sorpresa buscó verle la cara a la sospechosa reliquia musical y no pecar de incauto. Al intentar la averiguación el sujeto trajeado a lo tropical le sonrió y ofreció su mano a modo de salutación, una vez comprobada la identidad del visitante ambos sonrieron como amigos que se encuentran en algún abril.



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