El trueque no es de ahora
Juan José Prieto Lárez
No es una
práctica inusual. Desde hace mucho tiempo atrás esta costumbre del trueque
permitió la supervivencia de un número importante de pobladores en todo el
mundo. Los pueblos, donde todo escaseaba, siempre había algo que cambiar por
algo y todos terminaban teniendo todo, el hambre se ahuyentaba por un buen
rato.
Los
margariteños nunca estuvimos exentos de esta experiencia, nuestra condición de
isla no nos permitía tener insumos alimenticios para abastecer la población,
esta tierra árida no se adecuaba a cosechas productivas de un orden proteico al
consumo humano. Una dieta a base de pescado era insuficiente, aunque con la
técnica de salobrarlos era posible el cambalache por verduras café, cacao,
papelón y mercancías secas. En este renglón de intercambio era usual que las
gallinas jugaran el mejor de sus caldos para alentar paladares de ultramar.
Así pues,
que en la mesa margariteña del siglo XIX el sancocho de gallina protagonizaba escena
familiar del mediodía con auyama, yuca y pandelaño cosechados en el patio mismo
permitían una suculenta tragazón para luego caer rendidos en un chinchorro
guindado bajo una boscosa mata de mango. Para la cena, buena era la zurrapa.
Bastaba una calentadita en las tibias brazas del fogón.
La historia
está llena de sorpresas. Veamos: constituida la Segunda República
luego del éxito de la Campaña Admirable
en 1813, los realistas quedaron desperdigados por el centro y occidente del
país. Para julio de 1814 Boves logra reagrupar unos cinco mil hombres
comenzando a abrirse camino hacia Caracas. Con este escenario anunciado de
guerra cruenta y feroz, las alarmas recorrieron el territorio nacional llegando
a esta isla de gracia.
Con la
precaria economía que los margariteños de entonces debían ataviarse todos los
días surgió el sentido de solidaridad, patriotismo más bien, hacia los
compatriotas caraqueños. La noticia impactó a los pocos isleños quienes con
fervor patriota enviaron en cuanto pudieron unas quinientas gallinas para el
sustento de los tantos capitalinos en la inminente emboscada realista que los
acechaba. De estas aves estamos seguros se alimentó nuestra heroína María Luisa
Cáceres, ya que ella fue una de las integrantes de la famosa Emigración a
Oriente, ella más tarde recalaría en Margarita para ostentar el apellido
Arismendi.
Como vemos
aun en las más atinentes penurias, cuando se trata de la Patria sale a relucir el
corazón fraterno para su salvación. De tal manera que los margariteños han
sabido, con astucia, enfrentarse a las adversidades, como la de todos los días
para nuestros pescadores que es el mar, sino también lo que acontece en tierra
firme, mientras exista ese espíritu guerrero habrá Patria.
Fuente consultada: “Margarita en 302 historietas. Tomo
II”, de Ángel Félix Gómez.
peyestudio@hotmail.com
NOTA: QUEDA PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O COMPLETA DE ESTE MATERIAL, SIN CONSENTIMIENTO DEL AUTOR.
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