lunes, 22 de septiembre de 2014

LA TIERRA QUE SOMOS - Guayacán: el sueño posible de Pragedes Acosta.

Pueblo de pescadores, margariteño por demás
             
Guayacán: el sueño posible de Pragedes Acosta



*Estamos curados  contra todo embate por desposeernos
de lo que amamos, que no es más que esta tierra isleña,
margariteña bendita por Dios.



Texto: Juan José Prieto Lárez*


Los margariteños tenemos el privilegio de estar en armonía con el azul. Del cielo y el mar. Sus fulguraciones no nos son ajenas, conocemos lo sombrío y lo abismal inherente a su altivo linaje de titán. Su violencia implacable ha hecho recurrir hasta el estremecimiento a hombres intrépidos en otros tantos, tan antiguos. Desde argucias desenfrenadas de corsarios y piratas hasta milagros, a los que aun acudimos para contar qué somos y por qué somos marineros, por qué la alegría de ser marinos. La mar toda, es una aventura de revelaciones, de constantes estrofas que se siente en los tuétanos de quienes irremediablemente amamos el mar, y le confesamos lo más íntimo de nuestra achura, y nos alivia verlo disperso, despierto y soberano, así debe ser el alma de nosotros, recordemos aquella canción de Jesús Ávila donde nos declama: el mar, solo el mar, sabe mi pena, la historia de un amor que fue un fracaso…   Hemos sido despojados de riquezas por hombres de ultramar en su afán de poder, y de tenerlo todo dejando a su paso devastación y soledad. Los margariteños hemos seguido hacia adelante, dominando las turbulencias y remolinos insondables, cruentos y miserables. Estamos curados contra todo embate por desposeernos de lo que amamos, que no es más que esta tierra isleña, margariteña, bendita por Dios.


Autor: Juan José Prieto Lárez “Pey”

También hemos regado estas aguas de llanto por el pescador que nunca volvió, el dolor se ha encajado en las rancherías, en las redes, en las nasas, pero jamás ha decaído el pronunciamiento de alabanza a la Virgen del Valle, y los vientos más fuertes reducidos a suave brisa, las bocas de los océanos han cerrado sus labios dejando verter la fe en los hijos de la mar.

En estos mares se abren esperanzas para los benévolos conquistadores ansiosos por estas y muchas orillas. Sin estrépito  caminan los astros trepando lo infinito, y el corazón late sin prisa. Donde florecen el pitihuey y la tuna esparcidos por el rocío apostrofado que deja el ocaso en su hundimiento.

Cuando nos acomodamos en la blanduzca arena y apaciguamos su calentura con nuestro acento de piel entrañable, nos imaginamos algún marino retumbando con su canto en el lomo de las olas, viene grandioso a mostrarnos el sentimiento implícito, y un penacho de arrullo para fecundar la ribera y hacerla sublime con rostro de gozo.

Hombres como Pragedes Indriago Acosta que ofrendó su vida en su cándida lucidez por hacer escribir el cuento más hermoso, que hiciera con su robusto cuerpo, pellejo tostado y forzudo corazón, capaz de arrojarse a la aventura, desafiando la rima de las honduras. Imponiendo su ingenio contras las crestas de lo fatídico. Pragedes Indriago Acosta es el nombre del Indio Pragedes, el que hizo capaz que un pueblo creciera entre montañas y las resplandecientes dunas de Guayacán. Este poblado es una expresión amorosa que nunca dejará de sorprendernos con sus ilusiones y denuedo rondando el perfume diáfano, visitando el pálpito encendido de sonetos sagrados, adivinando el estallido triunfante sobre túrbidas invocaciones mensajeras de raudales impíos. Guayacán es la secular inspiración de todo hombre hecho de mar. Esta es su historia.

Apenas a un año de despedirse el siglo XIX,  en 1899, nace en Pampatar, Pragedes, hijo de Silvino Indriago y Rita Acosta de Indriago. Por causa de las carencias que había para entonces en la isla se traslada a Guaca, en el estado Sucre. Lo único que había aprendido en la rocosa costa de su pueblo natal era la pesca, lo único que había conocido era el mar. Allá, en esa tierra tan cerca de nosotros se estrena como peón de pesca, fuerte como era, supo reponerse de la nostalgia que a veces lo hacía flaquear, y no se contuvo en procura del sueño que era volver a Margarita, donde habían quedado sus viejos y el Santo Cristo del Buen Viaje, a quien se encomendaba en cada faena, en cada sendero que habría de abrírsele en la anchurosa sabana marina.

Cuando estaba en tierra buscaba que su vista tropezara con los cerros pelados que bordean la ensenada pampataera, y creía mirar los ojos del vigía que apostado en una destartalada choza y sentado sobre una guaratara en el cerro Punta Ballena, que no quitaba sus ojos a los reflejos que surcaban la inmensidad, para gritar en algún momento que el cardumen venía por sotavento.

Al recordar Pragedes aquella salina inmensa que era Pampatar, añoraba sus días de niño cuando se internaba en los cerros El Bergantín o La Maroma a cazar tortolitas y así poder variar la dieta consuetudinaria que era pescado, y una que otras veces botuto, vaquita o mejillón, en el mejor de los casos carey, a fin de cuentas todo provenía del mar.

Después de un largo tiempo por a allá, Guaca es azotada por el paludismo, y a pesar de fortaleza es víctima de la fiebre, pero logra sobre ponerse y ayuda a muchos guaqueros alcanzar la mejoría, sino a acompañarlos a donde recibirían cristiana sepultura. La población queda azolada, diezmado su contingente marinero. Es esta la ocasión cuando decide regresarse Margarita, donde es recibido por viejos amigos y familiares, no faltó el sancocho y unos tragos como parte del riguroso jaleo a orilla de playa. Allí contó de las peripecias cuando iba a faenar por toda la costa oriental, a decir del argot: era un pescador costanero. En medio del jolgorio por su regreso, conversó con algunos carpinteros y dispuso todo cuanto había ahorrado a la construcción de dos piraguas a las que nombraría “Rita” como su madre y “Yo soy”, quizás por su inquebrantable voluntad y el sentirse orgulloso de ser quien era: un hombre de mar.

Estas pequeñas embarcaciones sirvieron para el intercambio de mercancía entre Margarita y tierra firme. Es indudable que el comercio marcó pauta vital entre las riberas orientales y las orillas margariteñas. Desde aquí es deducible que llevaran algunos productos venidos del contrabando que comenzaba a hacer furor en tierra isleña, y de allá, de Sucre, por ejemplo, donde la agricultura era y sigue siendo pilar fundamental para su economía doméstica, nos venía café, tabaco, papelón y verduras. Y no es que aquí no se produjera algunos de los renglones mencionados, sino que no se  eran suficientes para la población que comenzaba a incrementarse. Pragedes nunca pudo zafarse de su espíritu aventurero y un día cualquiera retoma la pesca como su modus vivendi, dio la vuelta a la isla infinidad de veces, pero centra su actividad en la costa este y norte de Margarita. Hasta que un día llama su atención una rica fuente en pesca que se ubica entre las llamadas Punta Guayacán y Punta Güime. Advirtió así mismo una ensenada de aguas azuladas, coronada de blanca arena. Para más seña, entre Manzanillo y Pedro González, ambas localidades ubicadas en los municipios Antolín del Campo y Gómez respectivamente. Allí quiere fondear su red y construir una ranchería que le sirviera de asiento para sus insistentes faenas.

Es así como funda la ranchería que llamaría Guayacán en 1926. Nadie sabía de los sueños que el indio Pragedes iba tejiendo apenas “descubrió” aquel mágico lugar que no alcanza un kilómetro de blanquísima superficie acompañada de espesa arboleda aunque menuda de ñangaragatos y yaques, no había un solo camino a ninguna parte. Una cruzada estaba prevista para hacerse huéspedes de ese rincón señalado por el destino, como esperanza que abría sus brazos para ofrecerles la calidez de su vahaje y un islote arriscado que lo hacía más seductor todavía. Por lo demás no existía nada, no había presencia conquistadora que fungiera de resguardo, solo el día y la noche.

Pragedes había jurado construir su futuro y cada amanecer lo convidaba al secreto delirio de culminar ese anhelo, tanto que muchas veces emprendía viaje en solitario hasta lo que más tarde sería definitivamente su pueblo, un puerto pesquero entre montañas tímidas de mostrarse conmocionadas. Caminaba su estrechez planificando su inminente instalación. Se preguntaba cómo propiciar el advenimiento de los primeros pobladores, quiénes serían, por cuánto estarían allí, un sinfín de interrogantes no pudieron doblegar su tesón.


Autor: Juan José Prieto Lárez “Pey”

La expedición no se hizo esperar y una tarde cualquiera, Pragedes en su plena juventud logra el arribo con algunos enseres, unos cuatro muchachos que como él apostaron por una nueva vida en un lugar que sería de ellos, incluso su madre Rita lo acompañó en esta primera avanzada de ocupantes. Los días siguientes no fueron fáciles, el aislamiento los afectaba tanto como una sucesión de tormentas que los azotaba desde mar adentro con ráfagas salitrosas. Era entonces cuando meditaban si serían capaces de resistir los embates de la naturaleza. Hubo momentos en que llegaron a pensar que no estaban preparados para esa gesta. Las palabras de Pragedes por mantenerlos rísperos  perdían fuerza y la paciencia se agotaba. Dos de ellos se regresaron a Pampatar socorridos por el buen tiempo que les permitió abandonar la ilusión primera, aunque respondiendo con cautela al temor de no perderse en la montaña con silbidos y ruidos raros desconocidos por ellos. A los que se quedaron, cuando arreciaba la ventolera, la suelta arena se les incrustaba en los poros, era como si la candela los abrazara. Contra el frío y los jejenes rasgaban los médanos para cubrir sus cuerpos mientras conciliaban el sueño, si les era posible.

Por las mañanas los alcatraces escapaban con los pescados calados dispuestos en los secaderos de piedras a pleno sol y sereno, esa algarabía les anunciaba del resplandor que venía de más allá de lo que ahora les pertenecía. A las cinco de la mañana emprendían viaje en busca del sustento, a las diez aproximadamente estaban de regreso. Esta costumbre aun la mantienen viva.

Jesús Ramón Marcano, vecino guayacanés, ya fallecido, nos contó haber nacido en Pedro González y desde 1940 vivió en Guayacán. Mientras nos narraba, miraba el horizonte como buscando una rajadura que le mostrase el tiempo viejo, el tiempo añorado, acompañando a Pragedes cuando se hacía a la mar, el Indio fue su mejor amigo.

Todo cuanto llegara tenía que ser por mar, por ello la organización prevalecía, prosiguió Jesús Ramón, contándose con un bote de turno para que no faltara nada, salían a Juangriego o Manzanillo según lo que se necesitara. Aún en los episodios amargos de la penuria, como la asistencia médica había que resolverse de esta manera. Cuando la sed arreciaba se organizaban grupos y se preparaban los viajes al cerro El Cacao a dos horas de camino donde había un manantial de agua salobre que saciaba la angustia.

La última morada de aquellos aguerridos pobladores debía ser Manzanillo o Pedro González, en sus precarias urnas, los despedían con excelsa parsimonia mortuoria, ritual que consistía en recorrer la costa como despedida para luego llevarlo al suelo que acogería su cuerpo. Muchas flores de clemón y espigas de abrojo quedaban flotando en el agua, así como sus almas. Otras veces las profundidades recibían a aquellos que en su último aliento pedían que entregaran sus restos mortales a la mar.

Pragedes, luego de acometer su colosal hazaña se arranchó en su puerto y a todos los gobernantes, regionales y nacionales que pasaban a saludarlo, los acompañaba a recorrer el novísimo villorrio, y con un decálogo sobre las necesidades habidas, los comprometía ante sus habitantes. De esta manera Guayacán posee una excelente vía asfaltada, según cuentan sus moradores fue proyectada cuando Pérez Jiménez, luego cada gobernador fue poniendo su granito de arena, haciendo énfasis en la culminación de ésta, el finado Pedro Luis Briceño, gobernador que pereciera en un accidente aéreo. Su definitiva conclusión se le debe a Morel Rodríguez Ávila, en entre los años1986-1988, permitiendo la comunicación con sectores circunvecinos en pocos minutos. Además cuenta con todos los servicios públicos,  una calle Principal, al lado izquierdo, de la entrada, una prolongación donde se construyen las nuevas casas, comenzando a bajar queda un Ambulatorio Tipo 1, donde se mantiene permanentemente una médica oriunda de Tacarigua, así mismo nos encontramos con la Escuela Estadal Concentrada donde unos 150 alumnos reciben educación, allí laboran cinco maestras provenientes de Pedro González y Juangriego. Una sencilla capilla con techo de asbesto sombreado por guayacanes plantados al frente en una pequeña plazoleta, reguarda la imagen de su Patrona, Santa Rita de Cascia, celebrándole sus fiestas el 22 de mayo, con una misa y rosario el día 21, al día siguiente con un paseo de música muy temprano. Con fuegos artificiales todo el pueblo la acompaña a un paseo tanto por tierra como por mar para que los bendiga de todo mal, en un improvisado altar están colocadas las imágenes de la Virgen del Valle, San Judas Tadeo y el Divino Niño. Los Guyacaneses, sin embargo, mantienen un gran fervor por la Cruz Bendita, como prueba de ello una está colocada a la entrada del pueblo, otra al final y en el morro,  a unos trescientos metros de su orilla hay una blanquísima que se distingue desde la carretera.

Por supuesto que su ingenio lo llevó a organizar a todos los pescadores para fortalecer, las artes de pesca, así se convierte en armador fuera de serie proveyéndolos de del equipo necesario,  participando como socio en estas actividades. Su visión de futuro la puso en práctica con el primero de sus hijos que al graduarse de universitario, éste heredó la tarea de pagar los estudios de su próximo hermano al entrar a la universidad, así pues, todos sus hijos son en la actualidad profesionales en diferentes especialidades. Pragedes falleció el 5 de febrero de 1990. Fue sepultado en Pampatar, aunque soltero dejó quince hijos a los que dio educación. La mejor herencia dejada por este visionario marino fue la disciplina que aun se mantiene en cada uno de los cuatrocientos habitantes, no han dejado que allí exista un bar, ni que forasteros acudan allí a perturbar la paz reinante de tantos años, de hecho, desde que se conoce, no ha habido alguna muerte violenta, solo se ha suscitado un solo robo que consistió en la extracción de dos motores a unos botes fondeados cerca de la orilla. Cualquiera no puede llegar a la libre e instalarse, no, todo la tierra pertenece a todos los pescadores agrupados en la Asociación de Pescadores, conformada por unos cien miembros, y es presidida por su hijo Silvino Indriago González, ingeniero agrónomo, quien hace cumplir los estamentos establecidos por su padre, él para todos los niños es el tío Silvino, a todos les imparte la bendición cuando acuden a la escuela. Los que contraen nupcias si desean quedarse se les hace entrega de una parcela donde habrá de construir su hogar y seguir trabajando en la pesquería. Hay una cancha de usos múltiples donde los adolescentes hacen deporte luego de regresar del liceo de sectores cercanos. Las mujeres por su parte han recibido cursos de corte y costura, piñatería y manualidades entre otros, aparte de eso crían sus hijos en un ambiente familiar y a todos le cuentan su historia. La solidaridad es evidente en cualquier episodio de sus vidas, la hermandad los hace  velar por su bienestar, de esta manera es una comunidad donde todos socorren a todos, donde todos celebran juntos y lloran juntos sus penas y sinsabores. La sociedad tiene cerca de cien pescadores, mancomunadamente faenan dividiendo en partes iguales las ganancias de la pesca.  Todos los días a las cinco, cuando despunta el alba por la punta este salen a la mar, regresando entre nueve y diez de la mañana cargados, muchas veces, de pescados que son vendidos a los caveros previamente registrados en la Asociación.  

El Indio Pragedes ya no está entre nosotros, pero estamos seguros que su espíritu vive encaramado en cada bote, y en el trino de los tutueles se advierte su alma entre uveros y manzanillos buscando sueños para levar anclas a otros puertos relumbrantes donde el idilio con la mar sea una caricia azul, aun después que se apague la última aurora.     


Periodista*

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