Los zamuros de Las Marites
Juan José
Prieto Lárez
La Laguna de
Las Marites, en el municipio García está al, lado de El Yaque, donde queda el
aeropuerto de Margarita. Siempre, desde que el Supremo pensó en echarse un
chapuzón, la creó para los margariteños. Ella ha sido para los insulares la
madre de todas las lagunas. Ha alimentado por siglos a propios y extraños, su
riqueza alberga más de setenta y cinco especies de peces, manglares como manos
escarbando en los arenales indómitos. Estar allí es la gloria. Pareciera una
enorme ubre alimentada del mar inmenso que mantiene con ella un eterno amorío,
ella todavía amamanta a los pobladores que la circundan.
Cuando
muchachos, Ramoncito Marín y Chucho Marín, primos por parte de padre, en sus
travesuras juveniles, salían escondidos del resto de los pescadores a
divertirse trabajando a su antojo, buscando lebranches y longo, una exquisitez,
asado y con una gota de limón. El bote era de cualquiera de los marinos que
estuviera enclavado en los blancos márgenes, la muchachada tenía la libertad de
aprender con los aperos de los mayores, a muy temprana edad dejan de gatear
para nadar como verdaderas lisas. Cuando no estaban en la mar, es porque
estaban buscando pitahayas o cují, son novecientas hectáreas para vivirlas
hasta la última gota
Cierto día
los dos carajitos quisieron abrogarse el ímpetu de creerse los más expertos
marineros de todas las rancherías, incluyendo las de La Isleta. Tanto que
deciden hacerse lejos en las postrimerías del medio día. Se llevan una naza de
Arcadio López, el padrino de Chucho, el bote de Joseíto Velásquez. En una media
muy bien anudada, varias agallas de pescado y tripas de gallina, amarrada en el
centro de la naza, con esta técnica infalible a los tres días estaría repleta
de bagres.
Los dos
quedaron que regresarían el sábado temprano para que vieran los expertos que
ellos también tenían sus trucos en la marinería. Esos tres días no portaron por
la playa para no levantar sospecha de su bien intencionada faena, así tendría
mayor credibilidad cuando aparecieran con su arrume de bagres atrapados en un
ratico.
Pero otra
cosa pensó Ramoncito, quien echándosela de más avispado se fue el viernes por
la tarde, y junto a otros cómplices levaron la naza sacaron unas cuantas lisas
y bagres pero su maldad fue más allá; cambiaron el sitio de donde estaba. Llegó
el sábado y Chucho fue a buscar a Ramoncito para buscar el botín pesquero, pero
éste le dijo que no iría porque tenía dolor de barriga, que si sacaba algo le
guardaran su parte. Total, Chucho se buscó Rafa, quien era unos años mayor para
que lo ayudara.
Rezón en
mano comenzó la búsqueda de la naza, nada que aparecía, tira que tira el rezón
y nada hasta que Rafa reventó: mijo ya el pellejo lo tengo negro de tanto sol,
dónde está la naza, no dejaste una marca para saber dónde la echaron.
Ante la
calentura de Rafa Chucho respondió con voz enronquecida: ¡claro! Rafa, cuando
la echamos habían dos zamuros arriba.
¡Mira vergo!, así quieres
tú ser pescador.
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