La
Virgen
Juan
José Prieto Lárez
Siempre al
levantarme enciendo la radio. Manía añosa heredada de los viejos por percibir
los primeros ruidos del día. Pero confieso que me conmueve escuchar esos
asombrosos monólogos de un locutor que denota una soledad remota desde la
cabina, forrada del más íngrimo silencio. Es un tipo que nos habla como si nos
conociera desde hace mucho buscando cómo llamar, al fin, nuestra atención y uno
ni pendiente. Cuando está muy fastidioso con su monólogo parlanchín le torcemos
la voz cambiando a una emisora que nos proclame un poco de alegría y hacer
ávido el día. Esa mañana me pasó con un blablador, sin el más mínimo recato, me
obligó a un ¡caraaaajo¡ y de seguidas el giro mortal a su garganta
transistorizada.
Bastó para
escuchar una canción muy margariteña, de Jesús Ávila, pero otro evento se cumplía,
que no se oyó ni se vió en ese justo instante, sino hasta el final. Nos
sorprendió a todos: Salieron de Los Roques un primero…Los tres peñeros con sus
ocupantes marcaron rumbo a Margarita: “Juperluis”, “Juber José” y “Mi negocio”,
de septiembre rumbo a Margarita. De pronto una densa niebla cegó los ojos de la
veintena de pasajeros…abordaron la piragua con esmero, iban a ver a la Virgen
bonita. El rumbo se esfumó y el miedo relució sus colmillos diligentes para
henderse en la vida de estos hombres, mujeres y niños…rauda, rauda una nube
cruzó el cielo y un arco iris los iluminó…Los motores se tragaron toda la gasolina,
y la corriente anunciaba su obsesión por desaparecerlos…era la Virgen que
envuelta en un velo, en un destello de luz apareció…Entonces el mar se hizo
indomable, se declaró implacable, y los atónitos viajeros presentían sus cuerpo
como huellas en la insondable pesadilla y el perplejo paso de las horas…llevaban
quince días navegando, cuando el viento se negó a soplar…Se comieron todos los
recuerdos recostados a las paredes de la luna dibujada en la mejilla de la
intranquila marea, la piel les gritaba y la paciencia describía voces que
venían de lo profundo reivindicando el milagro…la sed y el hambre los iba
agotando, los alimentos tenían que racionar…Otro motor dejó escucharse a lo
lejos mostrando la salvación, no fue en vano la invocación a la virgen festejada
por esos días…cuando pusieron pie en tierra les dijeron que las fiestas habían
terminado, izaron las velas y se fueron, nunca se supo el rumbo que tomaron…Todos
llegaron sanos y salvos en barcos rápidos a orilla margariteña, un canto de
alabanza atiborró las hendijas del farallón…era la Virgen que envuelta en un
velo en un destello de luz apareció. Esta crónica estaba escrita desde esos
azarosos días, pero se me ocurrió publicarla hoy día de Nuestra Virgen del
Valle.
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