La Llamada
Juan
José Prieto Lárez
-No cuelgues
por favor. Déjame hablar. Está bien, comprendo que la última vez que nos vimos
fue un desastre. Es justo también que reconozcas que ambos nos comportamos, si
se puede decir de una manera infantil. Por mi parte admito que tienes razón en
algunas cosas, pero no pienses en echarme a mí la culpa de nuestras
interminables discusiones. Ambos somos responsables.
Te puedo
jurar que nada tengo que ver con esa mujer que mencionaste. Sí la conozco, pero
de allí a que tengamos algo hay mucha diferencia, ¿te puedo sugerir algo?,
seamos adultos, quiero que lo nuestro sea una relación adulta, madura, que
apartemos los ímpetus juveniles y en verdad miremos esto como un proyecto de
vida en común, no andarnos agarrando por los cabellos cada vez que no
encontremos. Esto debe tener una salida satisfactoria por el bien de ambos.
Entre
nosotros debe prevalecer la confianza de uno por el otro, para que no tengamos
que arrepentirnos luego para toda la vida. No asumamos la indiferencia como
escudo, porque sabes muy bien que el tiempo nos jugará un trastada, y tendremos
que vivir con una frustración que nos pesará cada día que veamos un amanecer.
Si he de
pedirte de rodillas que juntos miremos cada atardecer, sintiendo que nos bañe
de bendiciones la luna llena, lo haré, porque estoy seguro que somos tal para
cual; ¿es tan difícil la comprensión? Pero no quiero empujarte a una definitiva
decisión, espero que lo medites y cuando tengas una respuesta me llames y
podamos conversar en los mejores términos posibles.
Ya que te
estoy ofreciendo un panorama transparente de mis actuaciones, también te
confieso que he tenido posibilidades de amar a otras, tal vez tú también hayas
tenido las tuyas, pero por mi parte te diré que ha prevalecido mi integridad de
hombre sensato, de apego al intenso amor que por ti siento, y tú lo sabes muy
bien. Sabes que he procurado blindar lo nuestro contra los designios agoreros
que nunca faltan, con tal de destruir cuando ven la aureola de la felicidad
alzándose por encima de sinceros amantes, por ello nunca me aventuré a poner en
riesgo nuestro mutuo afecto.
Bueno creo
que ha llegado la hora de proponerte una tregua, para que juntos tomemos el
camino que mejor nos convenga, ojala los años de costumbre nos ayuden a aclarar
esta oscuridad en la estamos sumidos por un mal entendido que apareció de la
nada. Permita Dios que los recuerdos de cuándo nos conocimos nos ablande el
corazón y permita mirar el futuro, igual al que soñamos juntos.
Te acuerdas
aquella vez cuando toqué tu mano por primera vez, pareció ser la señal de que
surgiría entre los dos este amor que fue creciendo con cada mirada en el
pasillo de tu oficina y la mía, y cada vez caminábamos más ese estrecho espacio
que nos separaba, solo para mirarnos, sentir el temblor emocionado de
cruzarnos, con la ansiedad de tocarnos, de mojarnos los labios.
Del otro
lado de teléfono jamás hubo una respuesta.
elblogdepey.blogspot.com
NOTA: QUEDA PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O
COMPLETA DE ESTE MATERIAL, SIN CONSENTIMIENTO DEL AUTOR.
0 comentarios:
Publicar un comentario