miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL VUELO DEL BÚHO - La Mirada Rota

La Mirada Rota







Juan José Prieto Lárez

Luego, mucho tiempo después, Arturo encontró entre sus papeles una foto donde aparecía Alicia, sola, mirando a su lado izquierdo, donde debía estar él. La vieja fotografía mostraba la cicatriz de haber sido rasgada. Él había desaparecido. Recordó cuando se les hizo aquella gráfica un fotógrafo que luego las vendía como un recuerdo “de vida”. Volvió a revivir ese episodio y la posterior certeza del amor que se profesaban. Pero nada es eterno jamás, sabía.

Guardó el recuerdo “de vida” en la misma cajita de sus evocaciones. Había pasado mucho tiempo para detenerse más tiempo del justo para añorar lo imposible que fue la relación. Había pasado mucho tiempo, ambos escogieron sus caminos en la vida sin volverse a ver. Todos los días se sumaban al olvido de lo que no pudo ser.

Esa fue la norma que quisieron darle a sus vidas.

Un día en un diario cultural Arturo en sus ojeadas acuciosas descubrió una corta reseña donde leyó: “no hay nada más difícil que dibujar la mirada de una mujer desnuda”, el autor de esta sentencia era el maestro Milo Monara, dibujante italiano, de renombre mundial en el campo de las bellas artes, colaborador de notables directores cinematográficos. De inmediato regresaron las páginas de su historia de amor, cargadas de todos los momentos que estuvo al lado de Alicia, de todas las miradas que ella tenía para con él. Nadie como ella.

Una cronología gráfica dispuso el esplendor de sus años felices, un asfixiante amor convenido los hizo felices mientras duró, unos cuantos años fascinantes. Todo se resumía luego al misterio de la foto donde él no estaba, y ella miraba su ausencia. Los momentos íntimos revivieron sin pausa. Esa íntima entrega donde se revelaban intensos deseos, donde abundaban las promesas, donde los sueños parecían impostergables, donde la mirada delataba la desnudez.

Cerró los ojos para resucitar la ocasión de aquella foto, aquel instante de donde se esfumó, o más bien lo esfumaron, buscaba recordar qué mirada tenía Alicia cuando bajaban las escaleras del Teatro Nacional, si era las misma cuando una tarde cualquiera decidió no seguir a su lado, esa mirada sí la recordaba, era de indecisión, incertidumbre por lo que debía pasar posterior al rompimiento, él en cambio, demostró aplomo ante la decisión, porque sabía que jamás ella tendría a su lado un amor tan sincero como el suyo.

Aquella noche después de la función teatral hicieron el amor, y esa mirada se le presentó aclarándole su angustia interna, de súbita dolencia por que pronto tendría que decirle que todo debía llegar a su fin, más sin embargo, en el fondo sabía la verdad, se enfrentaba a una jugada por conocer la desdicha de no ser correspondida. Todo lo contrario a lo que significaba él, Arturo.

Cuando hubo descifrado el dilema de la sumisa mirada, se despojó de todo resto de rencor y la perdonó, comprendió que es cierto lo difícil de una mirada de una mujer desnuda aunque no se pinte, sino que se mire, porque pudiera estar pensando en la fatalidad aunque esté desnuda al lado del hombre que pronto dejará de amar



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