Ensayo para una canción
Juan José Prieto Lárez
Ven, te
invito a conocer mi ciudad.
Lleva su
nombre grabado en las nubes que la cubren, son blancas, venidas de ultramar
hasta que se topan con la cúspide del Matasiete, la montaña de la gloria. Donde
nuestra suerte guerrera salió triunfante derrotando al invasor. Ese nubarrón
que ves amontonando agua regará este valle para hacerlo fértil, fecundos los
árboles, también su gente. La bondad se cosecha como la espiga de los montes
áridos, porque también hay sequía, aunque el alma nos permanece fresca. Es el
embrujo que embriaga a todo el que viene a saber de nosotros, donde las noches son
azules con incrustaciones de plata regadas en el manto que se va haciendo
infinito, profundo, misterioso. Pero déjame hablarte del silencio. Cuando la
ciudad duerme se escucha el rumor del oleaje cuando se aplasta en la orilla, la
espuma salta como papelillo y se resbala en los uvales tiernos crecidos de un
momento a otro, como cosa de magia la cresta de las olas lleva siempre blancura
de luz.
Esas noches
cuando todos los pobladores duermen hay que salir a caminarla para conversar
con los paredones antiguos de piedra y barro, las calzadas de lajas acomodadas
como besándose, tocándose para descubrir que siguen dispuestas a la huella del
forastero o el vecino. Se siente, entre tanto silencio, cuando se desprenden
las hojas de almendrones y robles ancianos con su corazón intacto, el ladrido
de algún perro pareciera venir de entre las hinchadas raíces de las ceibas del
río procurando la atención del celo de la hembra, apresada en los patios
empedrados entre olores de flor de la reina, ixoras y limoncillo.
Sentémonos
en este banco, son dos plazas unidas por una vía de mármol, es como la prenda
que luce una señora todos los días, la única que ostenta por ser humilde y no
interesarle las alhajas para emperifollarse. Allí está la Catedral donde los fieles
se confiesan y comulgan, donde colman de oraciones a nuestra Santa Patrona. Más
abajo está el Convento de San Francisco donde vivió en su capilla la Virgen de la Soledad. Si caminas hacia
arriba llegas al Castillo Santa Rosa, fortaleza que es el pecho nuestro donde
se anida la hidalguía para refutar tropelías venida de otras gentes. Estos
parajes arbolados esconden historias inauditas enfrentadas entre el bien y el
mal, el bien salió siempre airoso con cañones de plegarias y la innegable
puntería de soldados encomendados a todos los santos que llevamos sobre
nuestros pasos.
Hacia arriba
está El Copey, aceituna montañosa, vivo verdor de la palma real, del campesino
devoto y el palmero rezador. Cada año es una fiesta con un tropel de música y,
otro de cohetes, anunciando el camino de la Semana Santa. Esa es nuestra
semana fecunda de amor a Dios, cuando nos convertimos en fe con la señal de la
palma hecha Cruz hasta las cenizas del miércoles del año próximo. Ya es de
madrugada, ya viene el sol y las angoletas arman su escándalo para irse a otros
huertos, volverán en la tarde cuando escuchen las campanas de las seis y vaya a
comenzar la misa.
Te he
contado y cantado esta canción para que no sientas celos cuando te diga que voy
a ver a otra mujer, ella es La Asunción, como debe llamarse toda hermosa dama.
elblogdepey.blogspot.com
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