Acordes Infinitos
Juan José Prieto Lárez
No hay nada que
nos descomponga más el espíritu que una infausta noticia. Y uno nunca está
preparado para recibirla. Esos asuntos del destino no los comprende nadie hasta
que éste toca a nuestras puertas y vemos su rostro oculto, vemos sus ojos que
no están, sentimos un frío que no existe, nuestra sangre pareciera congelarse
aunque sigue recorriéndonos como encima de un velero desde donde no se divisa un
puerto para anclar lágrimas. Los recuerdos llueven.
Unos días
apenas han transcurrido de una mañana también que apenas nacía cuando supe que
la vida de mi amigo Tulio Álvarez se había esfumado junto al atardecer del día
antes. El aliento de sus años no quiso nutrir sus pulmones sembrados de acordes
infinitos, ese alimento que asumió como vida y que nos llenó de satisfacciones exasperadas
de mucha belleza interior, la que Tulio siempre llevó consigo. Las insolentes
horas después de saber que sus cuentas estaban saldadas con la vida, fueron una
pausa para rememorar los muchos instantes fundidos en nuestra colectiva razón
por la música, pretendido camino que nadie como él supo sembrarse y cosechar
frutos sorprendentes que lo plantaron a la talla de maestro, yo ando con mi
bagaje de letras.
En nuestros
años universitarios Tulio y yo fuimos inseparables, nuestro vínculo más
intrínseco: un cuatro.
Nuestras
gargantas recorrieron muchas noches de serenatas, muchas calles de parrandas,
con alegría sostenida por la querencia, mediando por el cultivo de amar la
música. Esta pasión asuntina halló en Tulio a ese guardián incansable plantando
melodías como quien abre un surco de tierra y va colocando en su panza granos
de ilusión.
Mi última
conversación con Tulio tuvo que ver, como siempre, de un proyecto a una escala
modesta de un musical, él pondría música a algunas letras que yo hiciera con la
convocatoria a otros músicos de esta tierra para acompañarlas. Algunos intentos
quedarán en la libreta de apuntes porque no serán las mismas sin Tulio y su
talento. Queda La Asunción
sin una de sus promesas con mayor proyección nacional en materia de
composición, y es que Tulio fue un adelantado en esta materia por la visión
modernista con que impregnaba sus piezas, no era solamente tocar cuatro o
piano, sino que cada nota tuviera revestida de aires frescos, ingeniosos,
prestos a participar de la renovación que cualquier creador está obligado a
realizar.
Su partida
fue sentida bajo la sombra de los viejos robles de nuestra ciudad, un canto de
adiós fue entonado por muchos amigos para que su viaje al azul fuera untado de
calidez, la misma que le profesamos cuando estaba entre nosotros. Adiós amigo,
nuestras oraciones estarán contigo.
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