sábado, 26 de julio de 2014

EL VUELO DEL BÚHO - Un viaje de letras que se fueron

Juan José Prieto Lárez

     Jamás me había aturdido tan duramente por el extravío de un libro, así no fuese de mi propiedad, y hay que ver cómo se debe apreciar a estos compañeros de tantas letras sabias, no sería extremista si declaro una querencia entrañable por ellos. Nunca me había entristecido tanto la destrucción de un arsenal de hojas conteniendo su mágico esplendor y sobrecogedor universo, así no habitara en mi biblioteca, modesta, sin pretensiones de formidable, a donde acudo cuando quiero emprender un viaje con encajes de sorpresas y conocimientos. Allí me sumerjo en parajes y criaturas como si se tratara de un cajón con atuendos infinitos de detalles conmovedores y la invención de mundos inimaginables.

Confieso vivir sin el recuerdo de una tragedia instalada en mí con implicaciones angustiantes, ni verme involucrado en la contemplación de la pérdida de un océano escritural, o simplemente reducido a un mar de congojas. La desazón de mirar desteñirse una artillería libresca en corrientes de aguas marrones, al antojo de su fuerza sin que surja el muro salvador del material precioso. El desorden climático que padecimos los margariteños en el mes de diciembre pasado, incluyó en su ruta de destrucción un escenario bendito, un altar donde se apila lo que hemos sido y lo que somos, un mundo fantástico, un verdadero túnel enfundando el tiempo, el eco rebosado de leyendas intensas y seres invisibles de bien, y héroes de nuestro suelo brillando con luz propia.

Se trata nada más y nada menos que de la biblioteca de, para mí el hombre sabio de Margarita, el poeta Ángel Félix Gómez (Felito). Parece que el aguazal quiso reclamarle algo a este hombre que tanto ha cantado al mar, a ese mar de Juangriego, a su crepúsculo afortunado acunado en el pulcro horizonte de La Galera. Allí desató toda su energía, abatiendo su casa que es referencia de todos nosotros, los margariteños. Sin argumentos ni miramientos, entró cual mancha voluptuosa e invulnerable, insistiendo ocupar el solemne aposento de Felito, donde la claridad de su sabiduría no se marchará nunca, y su patio sembrado de barcos hermosos, navegando cargados de ficciones atractivas y relatos libertarios. Sus tapias de libros con historias del universo, sus corredores alumbrados de poesía, y él como el mejor de los jardineros escribiendo para alimentarla. Supe de su voz escampada la tragedia que lo habitó por muchas horas horadando el prodigio de su prosa, desafinando la malagueña de su alma, los latidos de su galerón. Esas mismas olas, como fauces de dragón hambriento, se llevaron consigo un montón de páginas con letras inéditas que no tendremos el placer de recitar. Sabrá Dios en que orilla atracarían como barquitos de papel sin tinta para leer.

peyestudio@hotmail.com


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