sábado, 26 de julio de 2014

EL VUELO DEL BÚHO - La Ciudad, Los Amigos, La Vida

Juan José Prieto Lárez

La ciudad cambia. Todas las ciudades cambian, en muchos años cambian muchas veces. El dilema es; ¿cambian sus habitantes? A menudo vemos esos cambios, es que la personalidad es un elemento psicológico, obviamente está en constante movimiento por el trato con los demás, hacia los demás. Decía el poeta Rafael Alberti: “La ciudad es como una casa grande”. En la ciudad habitamos al igual que en la casa, cada quien en su casa, las calles serían los corredores de la casa donde nos encontramos a diario, donde a diario acudimos al punto de encuentro donde nos vemos, donde hablamos con el saludo fraterno. “Dios hizo el campo, y el hombre la ciudad”, así lo dijo William Cowper.

Otro rasgo que encerramos en nuestra personalidad, es el temperamento, nuestro manejo interpersonal con los amigos de toda la vida. El apasionamiento devenido con el argumento incisivo de colores que desbordan apasionamientos endebles de todos lados, faltos de personalidad, cómo explicar que un color puede desatar una ira incontrolable. Ante la desfachatez de un comportamiento infantil, digo yo, se refirió Andre Maurois: “A veces ante la mala manera de ser de los otros, uno se siente orgulloso de ser uno mismo y no otro”.

Se derrumba pues la imagen creada y recreada por mucho tiempo. Hay amigos que han perdido su propia noción de existencia por no saber redoblar la guardia de sus ímpetus, por lo que llego a pensar que su temperamento es fácilmente manipulable con solo sacarle un trapo, y no por la conciencia atada a la una realidad terrena, Se enervan cuando son desoídos por la fragilidad de sus planteamientos destemplados, tan superficiales por no saber hilvanar una crítica, si no válida, por lo menos reflexiva. “El que sabe conocerse a sí mismo es dueño de sí”, como diría Pierre Ronsard.

A veces nos hacemos la figura de indiferentes, claro, cómo explicarse uno lo que le sucede al amigo, cómo es que se produce una debacle interior que en muchos produce risas y jocosos comentarios, pero el cromatismo enceguece la conciencia y el provechoso disentimiento, para eso habitamos la misma casa que es la ciudad. Un anónimo me trae a la memoria la sabia solución a estos dilemas de la dialéctica: “Bebe agua de río por turbia que vaya, vive la ciudad por mal que te vaya”.

Estamos a las puertas de unas elecciones presidenciales los factores en juego hacen lo suyo, cada cual alienta a los suyos. Habrá un ganador y otros perdedores, y seguiremos viviendo en la ciudad, en esta casa grande, nos seguiremos viendo y la vida continuará igual que siempre. Porqué cambiar nosotros con los nuestros, me parece una real insolencia no admitir una derrota, acaso no es este el juego democrático, más insólito resulta perder elecciones y perder amigos por una malcriadez atroz, cada vez será peor, mientras que el resto de sujetos mortales lo mirarán pasar con el desastre de su personalidad en su rostro, por eso estoy de acuerdo con Sócrates cuando apuntó: “amigo es no solo quien perdona un error, sino también quien ayuda a que no vuelva a cometerlo”.

Pero como estas son cosas de la vida aprovecho para referir un trozo de canción de Joan Manuel Serrat: “cada loco con su tema, contra gustos no hay ni puede haber disputas, artefactos bestias, hombres y mujeres, cada uno es como es, cada quien es cada cual y baja las escaleras como quiera”.


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