Juan José Prieto Lárez
Otro rasgo
que encerramos en nuestra personalidad, es el temperamento, nuestro manejo
interpersonal con los amigos de toda la vida. El apasionamiento devenido con el
argumento incisivo de colores que desbordan apasionamientos endebles de todos
lados, faltos de personalidad, cómo explicar que un color puede desatar una ira
incontrolable. Ante la desfachatez de un comportamiento infantil, digo yo, se
refirió Andre Maurois: “A veces ante la mala manera de ser de los otros, uno se
siente orgulloso de ser uno mismo y no otro”.
Se derrumba
pues la imagen creada y recreada por mucho tiempo. Hay amigos que han perdido
su propia noción de existencia por no saber redoblar la guardia de sus ímpetus,
por lo que llego a pensar que su temperamento es fácilmente manipulable con
solo sacarle un trapo, y no por la conciencia atada a la una realidad terrena,
Se enervan cuando son desoídos por la fragilidad de sus planteamientos
destemplados, tan superficiales por no saber hilvanar una crítica, si no
válida, por lo menos reflexiva. “El que sabe conocerse a sí mismo es dueño de
sí”, como diría Pierre Ronsard.
A veces nos
hacemos la figura de indiferentes, claro, cómo explicarse uno lo que le sucede
al amigo, cómo es que se produce una debacle interior que en muchos produce
risas y jocosos comentarios, pero el cromatismo enceguece la conciencia y el
provechoso disentimiento, para eso habitamos la misma casa que es la ciudad. Un
anónimo me trae a la memoria la sabia solución a estos dilemas de la
dialéctica: “Bebe agua de río por turbia que vaya, vive la ciudad por mal que
te vaya”.
Estamos a
las puertas de unas elecciones presidenciales los factores en juego hacen lo
suyo, cada cual alienta a los suyos. Habrá un ganador y otros perdedores, y
seguiremos viviendo en la ciudad, en esta casa grande, nos seguiremos viendo y
la vida continuará igual que siempre. Porqué cambiar nosotros con los nuestros,
me parece una real insolencia no admitir una derrota, acaso no es este el juego
democrático, más insólito resulta perder elecciones y perder amigos por una
malcriadez atroz, cada vez será peor, mientras que el resto de sujetos mortales
lo mirarán pasar con el desastre de su personalidad en su rostro, por eso estoy
de acuerdo con Sócrates cuando apuntó: “amigo es no solo quien perdona un
error, sino también quien ayuda a que no vuelva a cometerlo”.
Pero como
estas son cosas de la vida aprovecho para referir un trozo de canción de Joan
Manuel Serrat: “cada loco con su tema, contra gustos no hay ni puede haber
disputas, artefactos bestias, hombres y mujeres, cada uno es como es, cada
quien es cada cual y baja las escaleras como quiera”.
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