sábado, 26 de julio de 2014

EL VUELO DEL BÚHO - El Algodón de Victoria

Juan José Prieto Lárez

El algodón seduce. Quién no se ha dejado cautivar por esos copos blancos aflorados entre verdes capullos, verlos perderse a lo lejos en praderas alfombradas de botones blancos. A diario vemos cómo le rinden culto a la tersura del algodón en incontables espacios publicitarios, allí comparan la sutileza de mejillas infantiles y la piel delicada de una toalla algodonada, entre otros productos para deleitar el tocamiento. Se inicia el cortejo adquisitivo. Las marcas son incontables.

Antes de terminar el año, fuimos convocados por un canal de televisión que trasmitiría un desfile con las modelos más sensuales del catálogo mundial de la moda. Todas lucieron el último grito en ropa interior para ellas. Todas las prendas llevaban el cuño de Victoria‘s Secret. Sin temor a algún reclamo matrimonial confieso que me sentí atraído por tan sugerente ropaje, diminuto, colorido, alocado, realmente sensuales maniquíes con sus cuerpos de alambre.

Días después, hurgando notas curiosas en medios internacionales, me atrajo una. Una niña de trece años llamada Clarisse Kambire veía como despertaba el día en ese lugar remoto de África Occidental. Un hombre alto, de piel oscura, forzudo comenzó a azotarla para que trabajara en la primera recolección de esa temporada. Ese hombre se convirtió en su pesadilla. La primera vez que trabajo en el campo abrió más de quinientos surcos para preparar el terreno para la siembra, también era azotada, esa vez lo hacía una mujer de nombre Kamboule.

La niña vive a un costado del algodonal, en una choza con techo de plástico, duerme acurrucada con tres hermanitos menores en una consumida colchoneta, deshilachada y sin almohada, siempre su cabecita al ras del suelo, siempre cerca de la tierra. Como si no existiera nada más encima.

Resulta que allí hay programa denominado Burkina Faso, encargada de manejar el algodón certificado, el mismo recolectado por Clarisse. Posteriormente por una carretera estrecha e interminable carretera, cubierta de granzón, inmensos camiones se llevan el producto del rendimiento humano, que más tarde partirá a India y Sri Lanka donde se creó la afamada firma Victoria ‘s Secret. Es casi seguro que quienes usan estas pantaletas y sostenes en las pasarelas de Londres, París, Roma y otros importantes centros de la moda, y las damas que desean llevar en su interior la finura del algodón ignoran las calamidades de Clarisse Kambire, quien a costa de su vida hace posible lucirlas.

A estas alturas hay algunas instituciones que se han rebelado ante el trabajo infantil, sobre todo en estas plantaciones donde las mejillas de esta y otras niñas nunca serán tomadas en cuenta para un comercial de televisión. Es bueno saber de dónde y cómo nos vienen las cosas “buenas” de la industria transnacional textil, y aquí nos apertrechamos de candorosos prototipos de la mujer moderna. Aunque nada es contra ellas, deben conocer el origen de lo que llevan encima. Ahora, gracias a la información global, podemos decir: dime qué vistes y te diré de donde viene.



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