martes, 24 de marzo de 2015

LA LENGUA DESNUDA - El club de las chingadas.

El club de las chingadas

Juan José Prieto Lárez *


Primero fue un montón de muertos apilados, maniatados y la gracia de un tiro en la cabeza, sin  chance siquiera a un último pensamiento. Los puentes fueron convertidos en patíbulo, donde los cuerpos parecen flotar con el cuello quebradizo, y el grito ahogado por un mecate ajustado a la garganta. Son sombras solitarias con la muerte haciéndoles estremecer los pies descalzos. Al clarear son una fisura como lenguaje de advertencia.


Más tarde parecieron furgonetas como habitaciones de latón, herméticas, en rincones inhóspitos de vecindades aliadas a la indiferencia. Días después, por algún delgado flanco se escapa la fetidez de los muertos, literalmente arrumados. Cada uno con la resignación de otro encima. Así se percibe el final de los desaparecidos. En suelo mexicano pisar en falso es ir a parar a una fosa común, los cuerpos llevan años esperando el milagro casual del hallazgo y recibir el responso como Dios manda. Inexplicable ha sido para el gobierno de Peña Nieto dar respuesta a los padres  de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que un día se esfumaron sin magia y nada de arte, sino por complicidad de la autoridad con el crimen organizado. Las marchas insisten en su aparición, mientras el gobierno declara el caso cerrado.


El mejor vocablo para definir la situación es la chingada desgracia, signada en cada mexicano sin importar su modo de vida. La muerte interpela cada ciudadano y súbitamente llega la sed de sangre. El miedo vaga en la mirada que no mira para no ser apuntada de morir solo por existir en el territorio equivocado. Rogelio Contreras músico del grupo Los Kumbiamberos fue secuestrado en plena actuación y media hora después fue asesinado. Como acto premonitorio se encontraba en el bar La eternidad en Monterrey, tenía veinte años. Pareciera que morir tan violentamente es una buena costumbre en ese país. Una sociedad quebrantable, dinamitada por la corrupción, fracasada en la conjunción de valores humanos donde la sonrisa socarrona de los líderes políticos se vuelve insolente ante el dolor que azota como un desastre siniestro sembrado por sus cuatro costados.


No hay un modo que agite la conciencia colectiva, que no sea la muerte. Lo intrincado del vicio gubernamental hace incapaz cualquier forma de gobierno, expuesto a las mejores intenciones de cambio en las estructuras sociales. Todo parece estar podrido, sin manera posible de castración al germen delictual. Visto de afuera, México muere lentamente, el mexicano de a pie, el que luminosamente Benito Juárez pronunció como hombre libre, con manos amigas para los amigos. Pero ahí está de chingada en chingada, sobreviviendo.




*Periodista
elblogdepey.blogspot.com


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