martes, 24 de marzo de 2015

EL VUELO DEL BÚHO - Dolor.

Dolor

Juan José prieto Lárez *


De una carta enviada por Anna Rostz a su hermana Viam se desprende el drama cuyo final estaba llegar. Fechada cinco años atrás, aquellas letras aun le hace temblar las manos y tiritar de soledad, su cuerpo es una torre que se derrumba. Solo el ánimo de erigirse con el paso del tiempo es el consuelo más íntimo.


Esa primavera desentrañaba una floresta atetada por recuerdos de infancia Viam y su hermana Anna reconocían cada árbol tan solo tocarlos con los ojos escondidos detrás de una túnica violeta, color preferido de ambas. Se divertían convocando las aves de alas nuevas a comer en sus manos, recogían  el musgo húmedo para abrigar el tallo quebradizo de las pequeñas plantas con ansias de hacerse fuertes para las estaciones duras. Con sus pies desnudos propiciaban bailes alegres escenificando torneos del espíritu, dejándose llevar por las lentas huellas que va dejando el astro. Cuando fueron adultas para decidir su destino Anna después de un abrazo infinito a hermana Viam, se marchó a Budapest. Fue un invierno en aquel pueblito francés, cuando el huerto se volvió silencioso, lucía un dolorido blanco, el crujido del llanto de Viam impregnó de húmedo halo el cristal revelador del hastío invernal. Sin ira retornó al llanto infantil tapizando sus ojos azules con una lenta cascada de rocío convertida en río abrumando su mejilla.


Pasaron muchas estaciones, las dos con el ruido del desierto en sus almas. Las dos con acuarelas de recuerdos, con inventos de vivir cada minuto fundidas en las claridades del verano, único beso adormilado en la cándida piel de las dos. Viam entregó su tiempo cuidando remolinos cotidianos, descubriendo definiciones de su vida sola. Anna reconstruía los momentos vencidos para ganarle al olvido. Acariciaba las horas desde las grutas del anhelo, invadiendo desvelos con desvaríos embravecidos. Algo se la comía por dentro.


Fue un otoño, cuando se pueblan los suelos de hojas desahuciadas, cuando los parques, huertos, bosques y jardines sufren la cautela del abismo. Llega una carta con el dolor en cada letra escrita con lágrimas. La lectura de Viam era entrecortada, hacía una y otras pausas para llorar. Anna sufría una enfermedad terminal, tanto así que no habría tiempo para encontrarse. El final de la epístola decía: pero estaré bien, siempre a tu lado.



*Periodista
elblogdepey.blogspot.com

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