domingo, 1 de febrero de 2015

EL VUELO DEL BÚHO - Escape al infierno.

Escape al infierno

Juan José Prieto Lárez


El domingo 10 de agosto del año pasado fue declarado un cese al fuego entre Palestina e Israel. Las fuerzas monstruosas israelíes silenciaron su incesante bostezo desolador. Ahora solo se escudaban llantos rebotando por entre un mapa de escombros que iba delimitando la tierra palestina. Gaza, derruida, con un atroz velo gris cubriendo su cielo y su suelo. Un hedor a carne insepulta envolvía el respiro de alivio, aunque por pocas horas, para escarbar hasta encontrar restos de cuerpos irreconocibles. Es el horror del infierno.


A propósito de este hipócrita alto a tanto crimen liderado desde la tierra prometida, en Gaza la esperanza se inquietaba por levantarse aun con los ardores de la rozadura del fuego incrustado en las paredes de las viviendas. A través de las troneras se podía absorber una luz opaca por la humareda, mientras el viento trataba de espantarla llevándose páginas dolientes, recuerdos sufridos.


El lunes Ayman Qandil busca convencer a su padre para que lo lleve a la universidad, padre buscó respirar profundo pero le fue imposible porque el polvo entraba sin vacilar hasta los pulmones. Toda la casa era una réplica de la destrucción conmocionada de toda la franja. El dolor estaba apilado en demolidos retratos del resto de la familia. Era un concierto mudo de ausencia acechando a los únicos sobrevivientes. Una tos seca precipitó la decisión de llevarlo, la duda rondaba su instinto por vivir.


Finalmente, accediendo al llamado esperanzador de Ayman embarcaron en el viejo cacharro, una versión sin talante alguno de aquella Rusia de antes de la guerra fría, pero con ingeniosos remiendos mecánicos no se resistía a seguir rodando.


Los escombros ocupaban las calles, los vericuetos eran la vía expedita para alcanzar el destino de aquel viaje temerario. Todo patrimonio de vida lleva a su lado la muerte como una sombra queriendo emular un holocausto penitente de lamentos con infinitas heridas lamidas de pólvora. Pero la gracia guerrera asustada por siglos en la bitácora de la supervivencia les permitía desenfundar el espíritu noble de historial glorioso para seguir avanzando, a pesar de ser los elegidos. Los elegidos a morir.


Bordearon la ciudad entre escaramuzas y rápidas evasiones. A metros de alcanzar la entrada un convoy de soldados irrumpen a su paso, uno de ellos baja del vehículo y sin esgrimir palabras disparó a la cabeza de padre. A Ayman le salpicó la sangre en el rostro. Juró que jamás lloraría, que ese tiempo le serviría para vengar a su padre. Por algún lado de la franja acecha a los verdugos de su padre y su pueblo.




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