domingo, 15 de febrero de 2015

EL VUELO DEL BÚHO - Jim de jungla asuntina.

Jim de jungla asuntina


Juan José Prieto Lárez


Sus andanzas de muchacho son famosas en La Asunción, Ismael se llamó, vivió hasta ya un hombre en el Otro lado del río. Las carreras de caballos fueron su pasión y modo de vida. Virtuoso de las modalidades de entonces en materia hípica y todos los jugadores pendientes de las dupletas. Él en sí era un portentoso referente lúdico.


Otro escenario para demostrar habilidades de hombre de río, era la de sacar camarones arrastrados por fuertes lluvias desde la montaña. Montaba una cacería descomunal que consistía en una larga vara de caña brava filosa para ensartar de un envión el suculento bocados de agua dulce. Subía como nadie en las matas de coco o de mango que tanto abundan a orillas del río. Sus hazañas fueron demostración de permanente oralidad en las reuniones de quienes estudiaban en Caracas, los escuchas querían conocer algún día a Jim, el rey de la jungla asuntina.


Dejando la adolescencia era buscado afanosamente para que resolviera el sancocho del día con una picatierra (gallina) y claro está la verdura que por lo general hurgaba en sembradíos de Cocheima, más criollo imposible. Lo espirituoso corría por cuenta del resto de los comensales. Con participación de veinticuatro horas antes le era posible aplicar la técnica del azufre, consistente en quemar a altas horas de la noche debajo de la mata donde pernoctaban las gallináceas, el polvillo de azufrado para que estas gotearan víctimas de un sueño irremediable, así las reservaba para el día siguiente.
  Pero Jim fue mejorando la técnica a tal punto de complacer la exigencia del solicitante. En cierta ocasión grupo de muchachos caraqueños vinieron a La Asunción y fueron conducido a los predios de Jim quien era seguro estaba en alguna tarea de extracción agrícola. Los novatos exploradores miraban a las copas de los árboles creyéndolo un tarzán de guayuco y todo, en eso apareció el personaje y fue presentado. De seguidas le manifestaron que estaban deseosos de un sancocho y  necesitarían unas gallinas. A lo que Jim interrogó: las quieren muertas o desmayadas. La carcajada no se hizo esperar, ripostando que les explicara cómo era eso y Jim les respondió:


-Para matarlas utilizo estas pichas (metras) y para desmayarlas utilizo limones pequeños.


 Quedaron pasmados por tanta sabiduría. Desde ese día fue bautizado como Jimgallina.






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