Fachada de siglos bajo la sombre de la fe.

Autor: Juan José Prieto Larez

El tiempo camina el rostro de los asuntinos.

Autor: Juan José Prieto Lárez

Espacio de los misterios.

Autor: Juan José Prieto Lárez

La promesa.

Autor: Juan José Prieto Lárez.

Toño, de museo.

Autor: Juan José Prieto Lárez

domingo, 22 de febrero de 2015

Postales de una ciudad que se hace vieja.

Autor: Juan José Prieto Lárez “Pey”




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Artista Asuntino.

Artista Asuntino
Luis Antonio Rodríguez, el Pintor maravilloso.


Autor: Juan José Prieto Lárez “Pey”




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LA LENGUA DESNUDA - El show debe terminar.

El show debe terminar


Juan José Prieto Lárez


Convertido en un noticiero de entretenimiento, así quedó para la posteridad el programa Nightly News de la NBC y conducido por el periodista Brian Williams. Uno de los programas de más alto rating en los Estados Unidos de Norteamérica ha entrado en fase terminal: el espacio televisivo y quien lo dirige. Todo por la consecuente impertinencia de Williams de hacerle creer a sus seguidores que él es el héroe en los grandes episodios nacionales e internacionales. Que su periodismo va más allá de toda ética para asumir el riesgo de perder la vida por “informar” con veracidad y la religiosa objetividad los hechos.


Hace una semanas las sandeces y aspiración de coloso comunicacional aseguró por Dios y su madre que había estado en un helicóptero sobre la zona de guerra, mucho más y nada menos, que en Afganistán, donde todo objeto animado era blanco perfecto de francotiradores experimentados, y acoso militar de constancia sangrienta. Pues bien, este niño de pecho en materia guerrerista divulgó la supuesta aventura de haber sido baleado el aparato donde viajaba por una ráfaga de metralleta salvándose milagrosamente de las garras de la muerta en combate periodístico. Otros avezados periodistas dieron cuenta de la atroz mentira del tamaño del territorio afgano, aduciendo que para la fecha señalada no se registró incidente alguno contra la cobertura de guerra.


La vanidad de Williams quedó al desnudo sumiendo el periodismo norteamericano en una relatoría egocéntrica, facinerosa. De pronto la NBC se vio envuelta en una madeja de fuertes críticas por no considerar las historias y sus protagonistas llevadas a su cautiva teleaudiencia. Los numeritos bajaron considerablemente provocando el “suicidio” profesional de Williams y la desazón del prestigio televisivo. Quedó así demostrado que para el periodismo norteamericano cualquier síntoma de beligerancia sin cuartel, puede ser llevado al plano de la risa y el aplauso con protagonistas presumidos. Es tan fácil contar la verdad sin faralaos ni encajes, que la gente se irá a la cama con una reflexión de vida a consultar con la almohada.


El revuelo ha sido tan estrepitoso que ya hay una investigación sobre la cobertura que este periodista hizo en el año 2005 sobre el desbaratamiento del huracán Katrina sobre Nueva Orleans. Tal vez emuló a los músicos del Titanic, claro, salvándose por un milagro del Creador. Hasta cuándo el show mediático.





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EL VUELO DEL BÚHO - El blanco rojo.

El blanco rojo

Juan José Prieto Lárez


Han pasado veintiséis años, y aun cuando se miran las calles pareciera que los cuerpos sin vida siguen ahí. Tendidos a la noche al día, con un charco de sangre a un costado. Al paso del tiempo se va distanciando en el almanaque aquel lunes 27 de febrero de 1989, pero en la memoria se aviva en cada venezolano la crónica contemporánea más dolida. Fue cuando los cerros caraqueños decidieron mudarse por un rato a la urbe. Nunca se imaginaron, quienes lo habitaban, que serían protagonistas de la historia que siguió el rastro de los caídos a causa de las balas de la República. Una masacre signada por un poder resquebrajado por el Fondo Monetario Internacional, certificado por Carlos Andrés Pérez, un presidente frágil ante el reto propuesto a su misma razón política.


Ese lunes a las diez de la mañana presto yo a cruzar los islotes arbolados del estacionamiento de la biblioteca central de UCV, el edificio rojo como le decían por aquellos días, rumbo a tomar el colectivo más usado en la Caracas de entonces: el San Ruperto, ya que por extrañas razones una atmósfera de tensa calma se apoderó de aulas y pasillos de la máxima casa de estudios. Decidí irme al centro de la ciudad. Allí me topé con mi amigo Roberto Ruiz, quien en años siguientes se convirtió en compadre de sacramento y me dijo abriendo el maletero de su carrito Zephir amarillo: ¡ no hay clases!. Él culminaba sus estudios de Odontología y estaba parapetando un local cerca de su casa en Los Rosales que sería su clínica privada. No supo darme más razones de la ausencia estudiantil. Acompáñame a Catia a comprar cerámica. Enfilamos por la avenida Victoria hacia Roca Tarpeya, por el canal contrario no pasaba carro, en las aceras de ambos lados mucha gente a pie. Encendí el radio que habitualmente, Roberto, como músico lo tenía sintonizado en Radio Nacional. Busque las noticias. Ya hablaban de la propagación de los desórdenes que comenzaron en Guarenas muy temprano en la mañana. Algo está pasando me dijo.


Cuando giramos a la derecha para enrumbar hacia el Helicoide vimos que un centenar de motos y patrullas venían en manada por la avenida Nueva Granada, con las luces encendidas parecía un reguero de candela a pleno sol. Roberto se vio obligado a saltar la isla, y nos adelantamos para adentrarnos por el Cementerio hasta llegar a Los Rosales, subimos al bloque # 6 donde él vivía. Nos recibió Nicha, su mamá, muchachos me hacen el favor y no salgan que Caracas está encendida. Los canales de televisión daban cuenta de manifestaciones por todas partes, en el barrio la Cruz que colindaba con El Valle se notaban columnas de humo. Cuando cayó la noche los saqueos eran inminentes, el negocio de los chinos, una carnicería, una venta de lotería y un abastico que surtía a los vecinos no tardaron en ser víctimas del pillaje. Un curioso personaje, Julio Quintana, que vestía de blanco todos los lunes fue apresado por tres guardias nacionales. Nosotros, desde la ventana de una de las habitaciones que daba justo a la calle, escoltamos al grupo hasta que la esquina del pequeño edificio truncó el seguimiento al celaje níveo, segundos más tarde se escuchó una seguilla de tiros. Al día siguiente con ojos entumecidos vimos trazos húmedos de rojo repitiéndose en la calle, en las aceras. Caracas amaneció de muerte.





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domingo, 15 de febrero de 2015

LA LENGUA DESNUDA - Crisis calibre 22.

Crisis calibre 22


Juan José Prieto Lárez


El disparo de una pistola calibre 22 ha estallado en el parietal derecho del fiscal Alberto Nisman y el corazón institucional de la Argentina. Cómo pensar que escasos milímetros de plomo pudieran hacer tanto daño. Desde el pasado 18 de enero los cimientos del gobierno liderado por Cristina Fernández de Kirchner se tambalean como un castillo de naipes. Lo cierto hasta ahora es que el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, sigue cobrando víctimas. Alberto Nisman debía presentar una denuncia ante el Congreso de la participación de la Presidenta Cristina en una suerte de encubrimiento a los iraníes que participaron en el atentado terrorista más sangriento de ese país.


Designado como fiscal especial para investigar el caso Amia por el fallecido Nestor Kirchner, Nisman se dedicó por entero a palpar una trama llena de conspiraciones, complicidades, muertes, misterios, muchos intocables. Luego de diez años de arduo ofrecimiento, el Fiscal llega a un triste final, a sabiendas de que su vida también pudiera correr la misma suerte. Su valentía lo empuja a intentar contener un inmenso muro institucional que se le vendría encima tarde o temprano. Estaba en la mira de una silenciosa confabulación, que ha decir de entendidos analistas, jamás se sabrá por el peligro que acarrea abrir la boca en una sórdida jaula plagada de víboras. Nisman llevó sobre sus hombros el entierro de una democracia de apenas treinta años. Estaba asomado a la agonía de una libertad donde los tambores de la guerra solo aquietaron los cueros, que al parecer vuelven a sonar con más estruendo ante el bramido de justicia en una Plaza de Mayo confundida bajo el arcano de la indefensión.


Bien, Alberto Nisman ya no está para contarlo, su grito ha sido sepultado dejando una helada estela de interrogantes con visos de una gigantesca sed de respuestas por parte de quienes ostentan el poder, quienes son repudiados en cada plaza y en la arteria más larga y transitada: la Avenida de Mayo. El rescate a lo dicho por Nisman cuatro días antes de aparecer muerto ha pasado a otras manos para proseguir curso, y la primera instantánea ha sido la imputación de la Presidenta y los más allegados a su toma de decisiones. Arden los bordes de Casa Rosada y muchas manos se estrujan arrugando el sudario de una derrota moral ante la insepulta indignación de quienes dudan la inesperada partida de quien deja un país roto, entre el antes y el después de un suicidio afilado persiguiendo sombras ocultas en el ocaso precoz del kirchnerismo de Cristina.







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EL VUELO DEL BÚHO - Jim de jungla asuntina.

Jim de jungla asuntina


Juan José Prieto Lárez


Sus andanzas de muchacho son famosas en La Asunción, Ismael se llamó, vivió hasta ya un hombre en el Otro lado del río. Las carreras de caballos fueron su pasión y modo de vida. Virtuoso de las modalidades de entonces en materia hípica y todos los jugadores pendientes de las dupletas. Él en sí era un portentoso referente lúdico.


Otro escenario para demostrar habilidades de hombre de río, era la de sacar camarones arrastrados por fuertes lluvias desde la montaña. Montaba una cacería descomunal que consistía en una larga vara de caña brava filosa para ensartar de un envión el suculento bocados de agua dulce. Subía como nadie en las matas de coco o de mango que tanto abundan a orillas del río. Sus hazañas fueron demostración de permanente oralidad en las reuniones de quienes estudiaban en Caracas, los escuchas querían conocer algún día a Jim, el rey de la jungla asuntina.


Dejando la adolescencia era buscado afanosamente para que resolviera el sancocho del día con una picatierra (gallina) y claro está la verdura que por lo general hurgaba en sembradíos de Cocheima, más criollo imposible. Lo espirituoso corría por cuenta del resto de los comensales. Con participación de veinticuatro horas antes le era posible aplicar la técnica del azufre, consistente en quemar a altas horas de la noche debajo de la mata donde pernoctaban las gallináceas, el polvillo de azufrado para que estas gotearan víctimas de un sueño irremediable, así las reservaba para el día siguiente.
  Pero Jim fue mejorando la técnica a tal punto de complacer la exigencia del solicitante. En cierta ocasión grupo de muchachos caraqueños vinieron a La Asunción y fueron conducido a los predios de Jim quien era seguro estaba en alguna tarea de extracción agrícola. Los novatos exploradores miraban a las copas de los árboles creyéndolo un tarzán de guayuco y todo, en eso apareció el personaje y fue presentado. De seguidas le manifestaron que estaban deseosos de un sancocho y  necesitarían unas gallinas. A lo que Jim interrogó: las quieren muertas o desmayadas. La carcajada no se hizo esperar, ripostando que les explicara cómo era eso y Jim les respondió:


-Para matarlas utilizo estas pichas (metras) y para desmayarlas utilizo limones pequeños.


 Quedaron pasmados por tanta sabiduría. Desde ese día fue bautizado como Jimgallina.






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domingo, 8 de febrero de 2015

EL VUELO DEL BÚHO - Corriendo la carrera.

Corriendo la carrera

Juan José Prieto Lárez

San Mateo, pueblito oriental que sirvió por muchos años como parada obligada en el viaje a lo más intrincado del sur venezolano. Una carretera asfaltada, achinchorrada y peligrosa atraviesa la inmensidad sabanera sembrada de balancines chupando lo que el diablo tiene en sus entrañas. Una estación de gasolina, un cementerio, una oficina de correos y unos mil habitantes fue todo cuanto yo conocí desde la primera vista al llegar a la cima del cerro Guaraguao. Allí pasé unos días con mi abuela Obdulia, mi tía Emery, y mis primos Zenaide y Franklin. Fueron mis primeras vacaciones fuera de Margarita.


No había mucho qué hacer allí, a no ser de los domingos que hacían carreras caballos en una calle terrosa que se estiraba entre ceibas frondosas, todos acabábamos vestidos de polvo. Por las noches nos sentábamos en la bomba a contar los carros y camiones cargados de ganado con rumbo cierto entre la oscurana. Con algunos nuevos amigos nos íbamos a buscar mereyes y semillas para tostar. Otras veces me quedaba con mi tía atendiendo aquella oficina donde de vez en cuando recibíamos una carta para entregar a fulanito. Así conocí casas con sus gentes dentro abrazadas por el calor brotado del zinc. Había un prefecto Heraclio Figuera, sin prefectura, su casa servía de reclusorio para algún borrachito, que más temprano que tarde era puesto en libertad. Plutarco Trías era un muchacho avispado y atendiendo al ocio trajo la idea desde Puerto La Cruz de los remates de caballos. Enseño a los otros a jugar y la fiebre se extendió a tal punto que el prefecto en vista de la merma de sus ganancias en las carreras locales se propuso combatir el promisorio entretenimiento que escandalizaba la ciudadanía.


Llegado el momento y sometido Plutarco al destierro lúdico, el prefecto se hizo cargo del remate alejándose de su investidura de primera autoridad. Un día que se corría el Clásico Simón Bolívar la muchedumbre se reunió en un morichal para lo que se presagiaban apuestas jugosas. Plutarco había esperado tranquilamente ese día, se había hecho mecánico y latonero. Con estas destrezas armó un viejo Falcó y lo pintó de verde aceituna, por las tardes lo pulía en secreto. Ese día domingo en la madrugada, como lo había planeado, fue hasta la medicatura y le extrajo la sirena a la desvencijada ambulancia donde jamás se subió a nadie con nada grave, solo sirvió para dar colas. Con anterioridad, para no levantar sospechas, había comprado un tobo rojo.


Ese día domingo no salió de su casa, pero estaba en el improvisado garaje con su obra maestra colocándole la sirena. Al tobo le hizo dos huecos por donde pasara una cabuya. Escuchando por radio las carreras esperó pacientemente la hora del clásico. Se montó en su carro y se fue despacito hasta esconderse entre matorrales a unos quinientos metros de los empedernidos jugadores. Cuando los ejemplares salieron en carrera, él también salió con el grito de la sirena y el tobo rojo amarrado al techo. La estampida de los rematadores fue descomunal: ¡coño la guardia, nos jodimos! gritaron y yo que soy el prefecto ¡nojoda!, dijo Figuera con los ojos fuera de sus cuencas. Plutarco hizo un fugaz trompo sin darles tiempo de mirar el conductor. Con la misma velocidad guardó el carro y se sentó en la bomba. Uno a uno fueron llegando y les preguntó qué que pasaba: ¡muchacho la Guardia anda como loca!




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LA LENGUA DESNUDA - El poder según Strauss Kahn.

El poder según Strauss Kahn

Juan José Prieto Lárez

Mientras toda Europa deshojaba su destino financiero, que finalmente claudicó a la embestida brutal de una penitente recesión, el director del Fondo Monetario Internacional, entonces, con su bragueta desatada y ominosa, hacía gala del dinero como culto de poder. Cualquier tugurio era refugio de sus rastreros instintos sin importarle un bledo cualquier incendio moral de su compostura oscura, plagada de ciega sodomía. Era el cristal del dominio sobre la debilidad humana por la carencia medida en dinero. Así relucía su temperamento prosaico, de brotes perversos erizando la integridad de sus víctimas.


Su prestigio era el olor de su billetera en un mundo signado por el rostro de Jorge Washington, símbolos éstos que acunaron un escudo poderoso sostenido por la sombra acaudalada que hacía trizas los espíritus desheredados, convirtiendo a las mujeres en antojo mísero, pasionario de la carne ceñida a su infortunio viril. Con los primeros escándalos sexuales de este señor Francia se agitó al conocerlos. El todo poderoso economista y político se había convertido en cazador implacable de desvalidas mucamas de los hoteles donde se hospedaba alrededor del mundo. Pero la guinda del postre en el hotel Sofitel de Nueva York resultó tener la valentía de acusarlo por sus perversiones: intento de violación y agresión. Se trató de una mujer guineana: Nafissatou Diallo. Negando toda acusación las pruebas de ADN dijeron lo contrario, la delación fue admitida.


Por tal atrocidad bajo los efectos del alcohol y quién sabe cuántas pepas de viagra se vio obligado a dimitir al FMI y a su candidatura a la primaria socialista de 2011para las elecciones presidenciales de 2012. El asunto no quedó ahí y seguidamente, como impulsadas por un resorte íntimo de audacia, otras damas contaron su amarga experiencia amatoria con el alto ejecutivo que quiso dominarlas igual que una factura burdelesca. La investigación siguió curso, lento como un río que lleva en su corriente demasiada inmundicia: violación en grupo y proxenetismo son las nuevas caras del otrora poderoso Dominique Strauss Kahn, el hombre que tocó el fondo de sus aberraciones.




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domingo, 1 de febrero de 2015

LA LENGUA DESNUDA - A madera de recuerdo.

A madera de recuerdo


Juan José Prieto Lárez


En la celebrada Universidad Central de Venezuela de los 80, el debate nacional vivía una compleja tirantez política deviniendo en enfrentamientos entre la izquierda estudiantil y la derecha represora. Por esos días aciagos las clases sufrían un alto, los semestres desaceleraban su programación y se descomponía el proceso.


La Escuela de Comunicación Social sigue ubicada unos cincuenta metros a la izquierda del arco que identifica la entrada a la universidad por Plaza Venezuela, al frente tres canchas de tenis reúnen a quienes buscan deshacerse del estrés. El pequeño edificio de tres plantas sirvió, en los años sesenta, de residencias estudiantiles, ahora acogen, además de los de periodismo, a los alumnos de Nutrición, Trabajo Social y Sociología. Son tres pisos de historias universitarias que uno escucha de boca de profesores y empleados a punto de jubilarse.


Esta me la contó el poeta y profesor y más amigo Argenis Daza, en el cafetín AVP, siglas de la Asociación Venezolana de Periodistas, hoy extinta, pero así se sigue llamando. Fue una tarde cualquiera a eso de las cuatro de la tarde antes de comenzar la faena a partir de las cinco hasta las diez de la noche: Florencio Arteaga y Anabel Lozada fueron emboscados el lunes 01 de noviembre de 1969. El domingo 31 de octubre la guardia Nacional de Rafael Caldera obedecía la orden del mandatario de allanar la UCV.


Con el amorío primerizo y como todos los días bajaban de Pintosalinas a las primeras horas de la mañana a desayunar en el comedor universitario, luego se separaban, ella a economía él a ingeniería. Una estela neblinosa cubría el Jardín Botánico y gran extensión de la Ciudad Universitaria. Hacía frío, ese frío que anuncia la inminente llegada decembrina. Todo parecía en calma entre el rocío y la temprana soledad. El calorcito de sus manos entrejuntas fue secuestrado por el asalto de un grupo de soldados colocando fusiles en sus cabezas. A empujones los hicieron entrar hacia el pulmón vegetal, acribillados sus cuerpos, subidos a un jip y lanzados al Guaire, que pareciera que fueron otros los asesinos, pero siempre hay ojos amigos encaramados a los árboles cantando la zona.


Un día que tuve clases con el poeta Daza, me señaló un pupitre enfrente de él, tenía un corazón tallado a escondidas con la hojilla de un sacapuntas, y dos nombre a su lado Florencio y Anabel. Y me dijo el poeta, este pupitre lo rescató un amigo de ingeniería y me lo regaló, aquí lo dejaré como un homenaje de esta casa que vence las sombras a dos sus hijos.




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EL VUELO DEL BÚHO - Escape al infierno.

Escape al infierno

Juan José Prieto Lárez


El domingo 10 de agosto del año pasado fue declarado un cese al fuego entre Palestina e Israel. Las fuerzas monstruosas israelíes silenciaron su incesante bostezo desolador. Ahora solo se escudaban llantos rebotando por entre un mapa de escombros que iba delimitando la tierra palestina. Gaza, derruida, con un atroz velo gris cubriendo su cielo y su suelo. Un hedor a carne insepulta envolvía el respiro de alivio, aunque por pocas horas, para escarbar hasta encontrar restos de cuerpos irreconocibles. Es el horror del infierno.


A propósito de este hipócrita alto a tanto crimen liderado desde la tierra prometida, en Gaza la esperanza se inquietaba por levantarse aun con los ardores de la rozadura del fuego incrustado en las paredes de las viviendas. A través de las troneras se podía absorber una luz opaca por la humareda, mientras el viento trataba de espantarla llevándose páginas dolientes, recuerdos sufridos.


El lunes Ayman Qandil busca convencer a su padre para que lo lleve a la universidad, padre buscó respirar profundo pero le fue imposible porque el polvo entraba sin vacilar hasta los pulmones. Toda la casa era una réplica de la destrucción conmocionada de toda la franja. El dolor estaba apilado en demolidos retratos del resto de la familia. Era un concierto mudo de ausencia acechando a los únicos sobrevivientes. Una tos seca precipitó la decisión de llevarlo, la duda rondaba su instinto por vivir.


Finalmente, accediendo al llamado esperanzador de Ayman embarcaron en el viejo cacharro, una versión sin talante alguno de aquella Rusia de antes de la guerra fría, pero con ingeniosos remiendos mecánicos no se resistía a seguir rodando.


Los escombros ocupaban las calles, los vericuetos eran la vía expedita para alcanzar el destino de aquel viaje temerario. Todo patrimonio de vida lleva a su lado la muerte como una sombra queriendo emular un holocausto penitente de lamentos con infinitas heridas lamidas de pólvora. Pero la gracia guerrera asustada por siglos en la bitácora de la supervivencia les permitía desenfundar el espíritu noble de historial glorioso para seguir avanzando, a pesar de ser los elegidos. Los elegidos a morir.


Bordearon la ciudad entre escaramuzas y rápidas evasiones. A metros de alcanzar la entrada un convoy de soldados irrumpen a su paso, uno de ellos baja del vehículo y sin esgrimir palabras disparó a la cabeza de padre. A Ayman le salpicó la sangre en el rostro. Juró que jamás lloraría, que ese tiempo le serviría para vengar a su padre. Por algún lado de la franja acecha a los verdugos de su padre y su pueblo.




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