Despiertos
Juan
José Prieto Lárez
Un estallido rompió la
madrugada, traspasó el silencio, nos mató el sueño.
Fue premonitorio de lo
que posteriormente se le vino encima a la ciudad. Ahora todas las madrugadas
son violadas con ataques incesantes a su reposo, antes, invencible. Ahora la
ciudad duerme atacada, despierta atacada. El silencio ya no se escucha como
antes, como un laberinto perpetuo, sin fin, donde nada era nunca. Hace mucho
tiempo nuestras vidas cambiaron para siempre, un siempre llevado a rastras con
un enorme dolor en el ser que fuimos una vez, que ahora pasará mucho tiempo
para vuelva a florecer, como antes, cuando éramos regados de silencio.
La ciudad ha sido
tomada abruptamente por la fascinación al sufrimiento, mucho más: a la muerte.
Aquella quietud inmarcesible ganada con rigor por sus propios habitantes,
recibe disparos humillantes, un atentado a la costumbre de una realidad con
buena salud emocional. Allí no cundía el pecado, solo el natural por la carne,
aunque nadie confesara, aun en el más asfixiante triángulo pasionario. Todo
cambió de pronto. La irrupción de una aterradora pesadilla advierte un
sometimiento colectivo y la concepción de un miedo terrible.
Desde una perspectiva
humana, la indiferencia se convierte en un absceso pecaminoso, porque no se
puede hablar siquiera de lo que acontece, mucho menos propiciar alguna
quejumbre, proveniente de algún lado, cualquiera puede experimentar una visita
inesperada a la hora más inusual dentro de lo que cabe en el estricto rictus de
sana urbanidad. Los valores cada vez más se repliegan al pasado. Ahora todo
síntoma de calma es una tensa ceremonia por esperar encontrarnos con un rastro
de sangre, rezar por el caído.
Ahora se vive con la
identidad del perseguido inocente. Los días se han vuelto una crónica negra, la
ciudad se siente con una mancha de encrespamiento que poco a poco se torna
costumbre. Son retratos que delatan el insistente atentado contra las noches,
madrugadas, y el silencio con el que hasta ahora convivimos. Lo cotidiano es el
desaliento. Ahora dormimos despiertos esperando un estallido mortal.
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