Qué tanto tiene la lluvia
Juan
José Prieto Lárez*
Nuestra capacidad de
asombro no tiene límites. Es que cada día leemos en los periódicos las notas
más controversiales jamás imaginables. Es un duro ejercicio de convivencia con
lo real y no tan maravilloso. Por eso demoramos tanto en asimilar hechos tan
curiosos como el que intentaré narrarles. A quién le duele la lluvia, a quién
perturba tenerla a resguardo para calmar la sed de uno, o la de los animales
que conviven con nosotros, a las plantas como vitales argumentos para respirar
la vida.
Para Gary Harrington en
Eagle Point en Oregón, Estados Unidos de Norteamérica, la sorpresa de recibir
treinta días de arresto o mil quinientos dólares de multa, ha sido tal vez más
impactante que la llegada del hombre a la luna, saben la causa? Claro es que es
inimaginable. Es acusado por tener en su finca tres bidones de agua de lluvia,
consideradas “reservas ilegales”. De qué se trata todo esto? Nadie en su sano
juicio puede encontrar una explicación lógica. De quién es la lluvia? Por qué
es un pecado recogerla si de veras se necesita para lo que hablábamos antes.
Por qué ser condenados con la bendición del cielo?
Lamentablemente hay una
respuesta. Se trata del servicio público que se encarga de la distribución del
agua, a mayor consumo, mayor será el monto a pagar, en pocas palabras estamos
en presencia del negocio del preciado líquido. Resulta que hay un gentío
fiscalizando todo lo habitable porque allí se consume agua, y hay que pagarla.
Para ser un poco más radical esta gente desearía que no lloviera para que las
plantaciones no recibieran una gota. Increíble.
Por acá por estas
tierras nos quejamos y hasta oramos para que llueva, no porque vayamos a
recoger el agua, sino porque la tierra reciba ese llanto divino del cielo. Todo
es negociable diría algún sesudo economista, pero carajo, no permitir el
beneficio del agua de lluvia?, es una atrocidad que insulta toda relación del
hombre con la naturaleza. Pero todo conlleva a una cadena inspirada por los
especuladores, de pronto alguien dirá que el agua con no sé cuáles elementos es
la mejor para su ganado, y el ganadero o el hombre de finca admite el mercadeo
y el gasto imperioso se torna inmanejable, por supuesto el agua de lluvia no
las tiene y los costes se vuelven insoportables.
*Periodista
elblogdepey.blogspot.com
@juancho_pey
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