lunes, 6 de octubre de 2014

EL VUELO DEL BÚHO - El miserable

El miserable

Juan José Prieto Lárez

El miserable es miserable por que se atosiga de la solemnidad de sus semejantes. Luego vomita la vasca revuelta en malcriadeces, porque el miserable es el hachazo que lleva a cuestas la humanidad. El miserable apabulla con o sin razón, desgranando improperios que resbalan por una prepotente alcurnia, acunada en la insolencia. Caminan por el filo de la acera, porque hasta eso saben hacer, caminar por el filo de todo, como unánime acuerdo con un delirio enmascarado, olvidando que la hoguera existe, el fuego. Son lobos oteando la mordida perfecta al cuello de los ingenuos. El miserable sabe camuflarse.

El refugio del miserable es la hirviente sanguaza de la hipocresía. Eso le permite arrastrarse hasta la desvergüenza, por eso se hace inmune a su propia miseria. Por eso le sobra egoísmo, esa hoja negra que lleva en la voz y la pupila. Entre tanto, los burlados miraremos estallar su garganta por la furia que es su sueño desde la niñez. Lo peor es que nadie moverá un dedo por su liberación, los miserables no se lo merecen. El miserable es feroz.  Llenó de inmundicia y lo suficientemente bárbaro para acusar la humildad y engrandecerse con su golosina predilecta: el poderío.

El miserable es el genuino mentiroso. Como su as en el mazo de cartas marcadas repartiéndolo para sí, para alimentar su devoción por la trampa  y lo mal habido. El pecado es su altar, donde el rezo socarrón se vuelve petulancia  no en plegaria. En el poniente de la cruz su mano duda perenne por cubrirlo. Confieso mi tristeza por personas de esta conducta falaz, prefiero la herida de la nada, aunque se torne pavesa, porque no lacera al prójimo, sino que más bien es una llave que se cuelga en el espíritu límpido, separado de la pestilencia desprendida del miserable, ese designio equivocado escogido como modo de vida.

Esa amorfa conducta la preciso en el plano de la estupidez, como sucio gesto, deleznable. Humillando la real dimensión humana, aserrando la delicada obra de la razón universal. Azota lo que esconden sus huesos. En cambio el ave amontona y construye su mundo, haciendo descender el trino sobre las llagas que muchos llevan hasta hacerlas semilla que se rastrille, y germinen mejores raíces entre marañas de criaturas que somos.



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