lunes, 4 de mayo de 2015

LA LENGUA DESNUDA - ¡Oh! Lorca.

¡Oh! Lorca

Juan José Prieto Lárez*


En un patio de Fuente Vaqueros, en Granada muriendo el siglo XIX nace Federico García Lorca, quien se hizo grande y testarudo, perteneciendo a la generación del 27, sello sagrado de hombres dedicados al espíritu, como luciérnagas en medio de la oscura España, con la turbulencia de un ofuscado panorama político. Lorca sería simplemente Federico, el los versos con símbolos de vida y muerte: la espiga, el agua, la sangre, el caballo, el toro, los metales, las hierbas.


Amó hasta su fin la palabra, hecha luminosa desde sus manos flotando en el papel, como una lucha fermentando junto a un desfile de ideas en las esquinas inertes, muertas de sed a libertad. Federico fue Lorca, quien liberó sus sentimientos oprimidos amando al hombre en una confesión dedicada en cada letra que desbordaba su angustia de ser extrañado por su desvío descubierto muy temprano. Seguirá siendo Federico García Lorca, aun escondido su cuerpo bajo el manto rojo de la sangre descendida de su cuerpo agujereado por un pelotón franquista de ocho, o quince hombres más una madrugada fría. Empujado de su casa con apenas su piyama hasta el pie de un olivo, único testigo que sintió su vértigo al caer enrojecido. Corrían los dieciocho días primeros de agosto de 1936. “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida”, dijo una vez.


El ejército franquista cumplió el cometido de hacerlo invisible para siempre en una fosa, con otros, que al igual que él querían otra España que los amantara, y no la del terror de la guerra civil donde todos eran menos que nada. Sabían a quién habían matado y sabían el nombre de sus asesinos, pero éstos no figuran en las papeletas de defunción, demasiados son los cómplices, solo la del poeta muerto a balazos por ser poeta. “Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”.


   Cito uno de sus extraordinarios poemas:


Si mis poemas


“Si mis poemas todos se perdiesen
la pequeña verdad que en ellos brilla
permanecería igual en una piedra gris
junto al agua o en una verde yerba.


Si los poemas todos se perdiesen
el fuego seguiría nombrándolos sin fin
limpios de toda escoria, y la eterna poesía
volvería bramando, otra vez con las albas”.







*Periodista
elblogdepey.blogspot.com
@juancho_pey

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