Navidades
Juan José Prieto Lárez
El cielo pareciera
hacerse más azul. Las nubes van mordiendo distancias cambiando de formas queriendo
burlar secretos. El tiempo nombra los días ungiéndolos de calma. Cada quien
reboza en su interior ocultando nada, porque los sentidos se vuelven llave abriendo
cada rincón del corazón como sótanos insondables donde se atesoran momentos,
amores y desvelos. Los latigazos de la vida.
La memoria desciende
con sus alas blancas removiendo señales añejas, que son parte de ese tránsito
brilloso del recuerdo. Es como rasgar una cortina impecable para mirar de nuevo
su adentro, es la suma que poseemos de nosotros, de los nuestros, son rostros
de mirada profunda, donde el aguacero es una lágrima perenne anidando muda, sin
embargo se torna en luz, una luz intensa. La aflicción abriga pues, ese costado
conmovido que despierta en navidad.
Hay quienes evocan la
prisa de los días para que su yo más oculto no se derrame a borbotones en
tristeza irremediable. Otros se recatan en el origen fraternal clamando la
sinceridad de la promesa agitada por la fecha envejecida que se va juntando al
pasado. Doce uvas acuden para conformar el puñadito deseoso del año nuevo y
vertimos bendiciones y abrazos, aunque no deje de correr una lágrima por
dolorosas partidas.
Solo quedan, después,
pañuelos húmedos, copas con alguna espuma, las criaturas mínimas extasiadas de
la pródiga abundancia en la sombra. El olor a tumulto se disipa después de zozobrar.
El primer día de los nuevos por venir se siente abismado quizás por el invierno
de enero que aprieta y hace ronco el bronce de las iglesias. Amigos, me
complace haber ganado tantos lectores este año que se nos va, para el próximo
espero poder estar a la altura de sus exigencias literarias y brindarles esta
alternativa. Pasen todos una muy feliz navidad y un mejor año nuevo. Un abrazo.
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