Fachada de siglos bajo la sombre de la fe.

Autor: Juan José Prieto Larez

El tiempo camina el rostro de los asuntinos.

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Espacio de los misterios.

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La promesa.

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Toño, de museo.

Autor: Juan José Prieto Lárez

lunes, 4 de mayo de 2015

La piel que habito - Juan José Prieto Lárez.

La piel que habito


Tú eres la piel que habito. Con la parábola de tus olores rancios, frescos. Con tus puntos cardinales definidos en la palma de tus manos. Con el anuncio de un viaje a tu transparencia, sin más señas que tu vientre desnudo y todos los juegos de tocarte en un tranvía de suspiros aglutinados en cada pedazo tuyo. Eres esa piel que me desmaya, con sus dardos instantáneos en lúdico aposento.


Gigante como el borde de tus brincos por encima de mis notas en la libreta donde anuncio aplausos desbocados. Soy esa piel que habita inmersa en el nunca de tu adiós, y las raíces de los trances acunados en la mínima estación donde te encuentro, siempre asediada por el bostezo insoportable como joya del ocaso encorvado, que te desencanta.


Te rindes a lo lejos de una frase escapada en los bolsillos de una garganta halagada. Pero que deambula tumbando ventanas y puertas atestadas de sentidos estrellados, que se tornaron mascarones, en argumentos tormentosos, despachados de algún puerto invisible.


Te invito a buscar la innovación que nos haga reversibles para tallar en las aguas la satisfacción de la fuga por túneles estupendos, por donde alcanzaremos el regocijo. Habito. Es lo que importa para irme, extendiendo con fuerza cada latido de piel de esta que habitamos. 





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LA LENGUA DESNUDA - ¡Oh! Lorca.

¡Oh! Lorca

Juan José Prieto Lárez*


En un patio de Fuente Vaqueros, en Granada muriendo el siglo XIX nace Federico García Lorca, quien se hizo grande y testarudo, perteneciendo a la generación del 27, sello sagrado de hombres dedicados al espíritu, como luciérnagas en medio de la oscura España, con la turbulencia de un ofuscado panorama político. Lorca sería simplemente Federico, el los versos con símbolos de vida y muerte: la espiga, el agua, la sangre, el caballo, el toro, los metales, las hierbas.


Amó hasta su fin la palabra, hecha luminosa desde sus manos flotando en el papel, como una lucha fermentando junto a un desfile de ideas en las esquinas inertes, muertas de sed a libertad. Federico fue Lorca, quien liberó sus sentimientos oprimidos amando al hombre en una confesión dedicada en cada letra que desbordaba su angustia de ser extrañado por su desvío descubierto muy temprano. Seguirá siendo Federico García Lorca, aun escondido su cuerpo bajo el manto rojo de la sangre descendida de su cuerpo agujereado por un pelotón franquista de ocho, o quince hombres más una madrugada fría. Empujado de su casa con apenas su piyama hasta el pie de un olivo, único testigo que sintió su vértigo al caer enrojecido. Corrían los dieciocho días primeros de agosto de 1936. “El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida”, dijo una vez.


El ejército franquista cumplió el cometido de hacerlo invisible para siempre en una fosa, con otros, que al igual que él querían otra España que los amantara, y no la del terror de la guerra civil donde todos eran menos que nada. Sabían a quién habían matado y sabían el nombre de sus asesinos, pero éstos no figuran en las papeletas de defunción, demasiados son los cómplices, solo la del poeta muerto a balazos por ser poeta. “Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”.


   Cito uno de sus extraordinarios poemas:


Si mis poemas


“Si mis poemas todos se perdiesen
la pequeña verdad que en ellos brilla
permanecería igual en una piedra gris
junto al agua o en una verde yerba.


Si los poemas todos se perdiesen
el fuego seguiría nombrándolos sin fin
limpios de toda escoria, y la eterna poesía
volvería bramando, otra vez con las albas”.







*Periodista
elblogdepey.blogspot.com
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